La Guía [Pvt w/Doblecito bien peolah]

- No es un buen lugar para hablar, sera mejor hacerlo en ot-

Una explosión y la puerta de entrada de la casa de Robert salió despedida hacia adelante. Naturalmente se habría estrellado contra el muchacho, pero con un solo movimiento de sus manos, Charlotte detuvo el trayecto de la puerta y la lanzó en dirección al lugar vació que antes ocupaba. Era la primera vez que Robert veía magia, Charlotte estaba preocupada de como procesaría todo de manera tan rápida.

- ¡No hagas preguntas Robert, tan solo quédate quieto!

Hubo un pequeño destello proveniente de la mano de Charlotte, en la cual se materializó un florete de mango verde agua. Sin hacer ninguna advertencia, la muchacha corrió hasta su lado y atravesó su corazón. Inmediatamente, Robert comenzó a sentir como su cuerpo comenzaba a fallarle y, poco a poco, dejaba de respirar. Su vista comenzó a nublarse y, cuando no pudo ver más, supo que estaba muerto.

- - - - -

No sabía donde se hallaba. Su cabeza le dolía y, mirase a donde mirase, todo era blanco. Estaba totalmente paralizado, y eso lo ponía nervioso.

- Veo que por fin haz despertado.

Frente a el, donde antes no había nadie, ahora lo observaba Charlotte. Sin embargo, no llevaba el mismo abrigo rosa que antes, ahora llevaba un fino [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo].

- Supongo que no entenderás nada, es lo normal. Ninguno de ustedes entiende nada cuando llega. Comenzaré por explicarte desde el principio, espero que no lo tomes a mal. Y siento haberte atravesado sin avisar, pero no teníamos tiempo.

Charlotte chasqueo los dedos de su mano izquierda, y en un segundo se encontraban en medio de un bosque, el sentado en el césped y ella de pie. Se podía ver a muchas personas entrenando a los alrededores, incluso varios ángeles, o al menos fue lo que pensó Robert.

- Esta es nuestra tierra, Euphas. Euphas es un país gigante donde humanos y ángeles conviven desde tiempos inmemorables. Si, ángeles, haz oído bien. Sin embargo, no todo es tan bueno como parece. Los humanos se volvieron cada vez más codiciosos y no tardaron en revelarse contra los ángeles. Hubo una guerra y, como castigo, toda la humanidad fue encerrada en un mundo alternativo que los propios ángeles crearon, solo por precaución. Si, es algo extremista, pero creo que fue la mejor decisión.
Este es el mundo real, Robert, la Tierra no existe, y nunca existió, solo es una dimensión creada por los ángeles para protegerse, a los humanos y a ellos mismos. Sin embargo, al poco tiempo los ángeles se dieron cuenta del error que habían cometido y pronto encontraron una solución: crearnos a nosotros e ingresarnos al mundo ficticio para poder seleccionar a los humanos que merecían pisar la tierra sagrada de Euphas. Nos llamaron "guías".
Lo que viste en tu casa fue magia, no quería que la descubrieras así, pero no hubo más remedio. Solo los ángeles y nosotros, las guías, podemos utilizar la magia, los humanos, como tu, reciben "dones", que no son otra cosa que magia. Al no ser tan extensa como la nuestra, decidieron darle otro nombre.
En cuanto al ataque que sufrimos, fue obra de los demonios, los eternos enemigos de los ángeles. Es por ellos que los ángeles decidieron recuperar a aquellos humanos lo suficientemente poderosos, para luchar contra los poderosos demonios. Es más, ahora mismo Euphas está en un momento crítico, y necesita de los humanos más que nunca.

Bienvenido a casa, Robert.

Charlotte sonrió, con dulzura. Había visto muchas reacciones, pero nunca una como esa. Sintió pena por Robert, el no merecía lo que le estaba pasando, pero, por alguna razón, ella lo había elegido.

- Será mejor que continuemos, entonces.

La muchacha se giró y comenzó a caminar, despacio, esperando al muchacho. Robert podía ver los distintos campos de entrenamiento y lo que parecía ser una sala de primeros auxilios. Parecía un campamento, uno de esos como los que había visto en la película de "Percy Jackson", solo que con más tecnología. Sin embargo, se sorprendió cuando Charlotte lo hizo pararse en seco.

- Bienvenido, Robert, a la central de la Célula.

Frente a sus ojos, Robert tenía un edificio que poco tenía que ver con el lugar donde se encontraban. De golpe, parecía encontrarse dentro de una pequeña ciudad, y el edificio era, sin dudas, el centro de la misma. Una vez dentro, comenzó a examinar las instalaciones. Era todo completamente blanco, incluso los curiosos robots que llevaban documentos y papeles a toda velocidad y desaparecían por alguno de los numerosos pasillos que partían desde el hall. Una muchacha del pelo negro y largo y ojos café, vestida con lo que parecía ser el uniforme de la Célula, se acercó a ellos. Era, aparentemente, una humana, pero el muchacho no estaba seguro de que lo fuera, todo allí le causaba desconfianza. Veía pasar gente a paso apurado y todo tipo de aparatos a los que no podía encontrarle un uso.

- Bienvenida a casa Charlotte, y bienvenido, elegido.

Sin previo aviso, sus ojos comenzaron a brillar, y Robert sintió una sensación poco agradable, como si la muchacha estuviese dentro de su cuerpo. Era algo extraño.

- No te preocupes, solo te está analizando. Es un robot, por si lo preguntas. Busca en ti alguna presencia demoníaca o enfermedad grave. Es solo rutina.

Una vez que terminó, la muchacha le sonrió y se fue. Charlotte lo tomó por el brazo y comenzó a guiarlo por una serie de numerosos pasillos. Cuando parecía que su caminata no iba a terminar, pararon frente a una puerta de metal. Al abrirla, Robert pudo notar que en ella no había nada más que una silla y una cama con cobijas de color, algo que resaltaba en tanta blancura. Lo invitó a sentarse sobre la cama, a la vez que ella se sentaba en la silla.

- Bien, es hora de tu examen. Simplemente te someteré a un sueño profundo, y necesito que recuerdes bien lo que veas. De las decisiones que tomes y de los acontecimientos de tu sueño depende tu dón. Y recuerda, no debes tener miedo. ¿Alguna pregunta?

La sonrisa alegre de la muchacha cambió ligeramente, pero esa pequeña variación hizo que la sonrisa se volviese una mueca triste, que caló en Robert hasta sus huesos.

- Estaba controlando tus sueño, evitando que fueras a otra parte. Pudimos ver tu don, pero cuando estaba por despertarte fuiste más fuerte y tu consciencia nos llevó a tu hogar. No pude hacer nada para detenerte... lo siento.

La muchacha lo miró, apenada. Era su trabajo y, sin ser su culpa, había cometido un error que podría haber costado la vida de Robert. Si, aún estando en su sueño, el solo hecho de recordar el mundo humano era una ventana para que los demonios fueran en su busca.

- - - - - - - - - - - - - - - -

Dos años después.

Robert no encontraba a Charlotte por ninguna parte. Ni Edward, ni Stephanie ni Cassie podían localizar a la muchacha, y no era poco lo que llevaban buscándola. Ninguno de los cuatro llevaba su "timer" encima, pero sabían que casi no quedaba tiempo para que su examen finalizara.

- No se porque seguimos con esto, no tiene sentido. - Dijo Ed, lamentándose.

- Deja de quejarte, Edward, y sigamos buscando. - Le reprochó Stephanie.

Ambos se fueron corriendo, dejando a Robert a solas con Cassie. Cassie era una chica delgada, que no llegaba al metro sesenta, pelirroja, con el rostro adornado por unas cuantas pecas, y era dos años menor que el. Su don era uno de los más inusuales, podía curar en segundos heridas que ni los mejores médicos y tecnologías no, y tampoco había que olvidar que era capaz de potenciar las habilidades de su compañero a tal punto que lo convertía en un "super-guerrero". Se habían conocido pocos días después de la llegada de Robert. Ella nunca hablaba mucho, era tan tranquila como servicial. El muchacho no sabía a que se debía, pero una orden a Cassie y haría lo posible para lograrlo. Por el contrario, sus dos compañeros eran mucho más rebeldes y autonomos que la pequeña pelirroja. Ed era un muchacho alegre y simpático, mientras que Stephanie era mucho más seria y malhumorada.

- ¿Crees que volveremos a desaprobar?

Poco tiempo después de ingresar en la Célula, a Robert le asignaron tres compañeros, porque en ese lugar se trabajaba de esa forma, en equipo. El era su líder, el responsable y encargado de organizar a su grupo.
Charlotte, quien supervisaba su entrenamiento, estaba escondida en alguna parte del campamento, y de no encontrarla podría significar un año más dentro de la academia de formación. El cursado duraba solo un año y el equipo de Robert ya había suspendido el examen del año anterior, teniendo que comenzar la academia desde cero.

Un año y medio antes...

Era un día de invierno más frío de lo normal, hasta aquel día aquella estación había sido algo clemente, pero parecía ser que esa piedad llegaba a su fin. El viento helado de la playa le hacía doler el rostro, no comprendía muy bien porque había querido que el la esperase allí, le resultaba incluso molesto. Pero no podía rechazar su invitación, le debía demasiadas cosas, y lo sabía muy bien. Si no hubiese sido por ella, el nunca hubiese descubierto la verdad, seguiría dormido, alejado de la realidad. Aún creía que lo que habían hecho los angeles era cruel y estaba mal, pero no tenía caso detenerse en ello, era cosa del pasado. "Lo importante ahora es encontrar a Charlotte", pensó. Se detuvo en la entrada de la playa, allí donde terminaba el camino y comenzaba la arena. No podía ver demasiado bien, sus ojos no eran capaces de ver a demasiada distancia con tan poca luz.
Continuó caminando, a medida que la arena comenzaba a entrarle en los zapatos y oía el oleaje del mar cada vez más fuerte. Se detuvo en la orilla, en cuya arena se podía ver un rastro de pizadas. Mientras el agua arrastrada por las olas le mojaba la suela de los zapatos, entendió que aquel rastro era reciente, de otra forma el oleaje lo hubiese borrado. Frunció el seño y, extrañado, comenzó a seguirlo. Caminó por más de veinte minutos hasta llegar a la entrada del faro, cuya entrada estaba poblada por pequeñas bolitas de barro, iguales a aquellas que se caían de los zapatos luego de una caminata en un día lluvioso. No golpeó, tan solo abrió la puerta y comenzó a subir las escaleras hasta llegar al final.
Charlotte estaba apollada sobre el inmenso reflector. El muchacho se aclaro la garganta, llamando su atención. Ella se dio vuelta y al ver su rostro sonrió, alegre.

- Me alegra que hayas venido... aunque hayas tardado. - Dijo, risueña.

- Creí que me habían citado en la playa. - Repuso Robert con molestia.

- Siento no haberte avisado. - Se disculpó, algo avergonzada - Este es mi lugar favorito en toda la ciudad, no pude resistir el deseo de venir.