El Jardín de los Alvan. [Jastor]

El Jardín de los Alvan. Un maravilloso lugar, donde uno puede estar en donde se le ocurra, u obtener lo que desees, tan solo con pedirlo a su dueño. Acabas de aparecer en este extraño mundo, sin saber donde estas ni como llegaste, y todo lo ves blanco, sin poder distinguir donde comienza el suelo. Escuchas pasos, que resuenan por todo el lugar, con un eco interminable. Una muchachita de no más de veinte años se te acerca y te habla. Te mira con delicadeza, con una sonrisa perfecta en sus labios. No sabes el como ni el por que, pero conoces su nombre: Blanche Alvan.


- ¿Te has perdido, pequeño?

 Blanche negó con la cabeza, sin dejar de mirar al mago, ni sonreírle.


- No fui ninguna amante de tu hermano o de ti, Jastor Gallywix. Este es mi hogar, mi jardín, por lo que te doy la bienvenida a el. Alguien te ha conocido, y ha juzgado que eres digno de venir a visitarme a mis tierras. Estás en El Jardín de los Alvan. Quizás te suene mi apellido, o el de otro de mis descendientes. Los Alvan y los Nailet han permanecido únidos por una linea de sangre muy antigua. Entonces, dime, ¿Con cual de mis muchachos has coincidido?

Blanche sonrió, divertida por las palabras del hombre.


- Pues, para tu desgracia, debo contestarte que soy Blanche Alvan, pues ese es mi nombre. Este jardín puede ser lo que tu quieras, Jastor, tan solo debes decirme donde quieres estar. ¿Un hogar en el que viviste en el pasado?. ¿Algún paisaje que has visitado de pequeño?. Tu eliges, cualquier escenario es posible. Y, en cuanto a por que estás aquí, es algo un poco más difícil de explicar. Digamos que... has sido elegido por Valerya. Ella te ha conocido, y ha juzgado que eres digno de llegar a mis tierras. Estás incompleto, Jastor, y has venido aquí en busca de tu complemento. Hay un vacio dentro de ti, que aquí podrá ser llenado. Mi nombre es Blanche Alvan, y soy una diosa. Puedo mostrarte tu pasado y tu futuro, indagar en ti, conocer tus miedos, tus deseos. Puedo llevarte a donde desees, e incluso terminar con tu vida en un suspiro. Puedo controlarte, hacer que pienses y hagas cosas que no quieres. Puedo hacer que te enamores de mi, o de cualquier otra persona que se te ocurra. 

 Blanche sonrió al hombre, curiosa al escuchar las palabras del humano. Al escuchar su petición, dio un paso hacia Jastor.


- Residencia Gallywix, entonces.

 En un pestaneo ambos estaban parados frente a la chimenea de la residencia. Estaba hecho de arenisca, era bastante grande, con un techo circular y muchas habitaciones desparramadas en los tres pisos que conformaban el edificio. Era, estéticamente, una colmena. Dentro estaba todo muy... abandonado. Suciedad sobraba, parecía que nadie limpiaba hace mucho tiempo. Las paredes estaban llenas de cuadros de los antepasados de Jastor, y hasta una espada que, según una lectura en la placa de madera que la sostenía, habían llamado Aguijón estaba colgada en el comedor principal.


- La residencia Gallywix, lamentablemente no es de mi agrado. Dime, Jastor, ¿Piensas que esta es en verdad la residencia, o que tan solo es una representación mía de la misma?

- Lamashtu, Pazuzu y Jaraxxus no existen, Jastor. Son burdas invenciones de humanos que, como todo humano, necesitan algo a lo que venerar o proteger. Sithis, en cambio, si existe, y puedo decir que no es un dios que sea de mi agrado.

 Blanche se paseó por la habitación, observando el lugar, curiosa.


- Entonces, Jastor, dime, ¿Qué es lo que crees que te hace falta para completarte?. Tu mismo has dicho que nada te sobra, pero que nada te falta. ¿Cómo puedes estar tan seguro de ello?

 Blanche sonrió una vez más, complacida por las palabras del hombre.


- Eres el primero en mucho tiempo que acepta que su vida está incompleta. ¿Quiéres que cambie tu vida, Jastor?.

 Era algo que podía hacer Blanche, aunque, cuando se trata de los regalos de un dios, uno debe ser muy precabido. ¿Era Blanche una diosa buena, o una diosa mala?

- Eres un hombre precavido, Jastor, pero a veces uno debe olvidarse de sus preocupaciones y dejar que todo pase. Puedo concederte el deseo de cambiar tu vida. Puedo convertirte en un famoso caza-recompenzas, o en un aventurero de elite que seria contratado a los más altos precios para las misiones más peligrosas. Pero claro, tu vida no será la misma. En tu nueva vida puede que estes casado, y no sabrás nada de aquella persona, más que fue la que el destino decidió para ti. Tus padres podrían haber muerto sin que tu pudieras recordar siquiera sus rostros. Podría faltarte un ojo, o una mano, producto de alguna de tus aventuras. El amor de tu vida estaría casada, felizmente enamorada de un noble Nártidan, viéndote a ti como si de una cucaracha se tratara, o incluso que haya resultado muerta hace ya mucho tiempo, cuando ambos eran jóvenes. Pero claro, eso ya no queda en mis manos, pues lo que ocurra en tu nueva vida no habrán sido cosas que yo haya decidido, si no que el destino eligió. 

 Blanche miró al fuego, seria e intranquila.


- Puedo ofrecerte otra cosa, si deseas. Hacerte volver al pasado, y darte una segunda oportunidad de vivir tu vida, para que puedas elegir que camino tomar.

 La diosa lo miró, divertida, pues bien sabía que había puesto al humano en un dilema.


- Conservaras tus memorias, si eso es lo que deseas, incluso nuestro encuentro. En cuanto al futuro, eso depende de ti. Tanto los humanos, como los elfos, los enanos y las demás razas que dominan tu tierra, creen que un simple individuo puede cambiar el destino de muchos. No eres ningún rey, o un comandante de guerra, como para que tus acciones puedan generar un cambio significativo en el futuro. Si eliges volver al pasado, lo mejor será olvidarte de lo pueda ocurrir, pues no lograrás nada con ello, solo torturarte. Concentrate en ti, y en los tuyos. Creeme, estarás mejor así.

 Blanche no mentía, nadie es lo suficientemente importante como para generar un cambio brusco en la vida de todo el mundo. 

Blanche negó con la cabeza, pero sonrió.

- No necesito que me des nada, tan solo tu gratitud me será suficiente. Te agradezco, de igual manera.

Sonrió amablemente y se quito el anillo, para luego dejarlo sobre la palma del hombre y hacerle cerrar los dedos sobre el.

- Darius hizo muchas cosas malas en su vida, pero tu no debes dejarte llevar por tus antepasados. Eres un buen hombre, Jastor. Seria bueno que cuando regreses no le comentes a ninguno de mis descendientes sobre nuestro encuentro, pues nadie sabe de mi existencia.