La sangre perdida [Pvt. w/Dobles]

Cinco años y dos ciclos después del nacimiento de Evanna Nailet.

El frío velessano se le colaba entre la ropa y le calaba hasta los huesos. Llevaba esperando por más de medio schulz cuando, pensando que lo habían dejado plantado, divisó, entre la ventisca, la silueta de una muchacha de estatura entre media y baja. Cuando estuvieron a escasos metros de distancia recién pudo ver el rostro de la joven. Era totalmente blanca, de cabello castaño y unos ojos celestes encantadores. Era, sin dudas, una de las mujeres más lindas que había visto en su vida. Su rostro le resultó extrañamente familiar, pero no conseguía recordar exactamente donde la había visto.
Por primera vez desde su llegada notó que la joven llevaba un bulto entre sus manos, como si lo protegiera de cualquier daño que pudiese llegar a sufrir. Inmediatamente el pensó en que ese debía ser el huevo. De pronto lo sorprendió un "pequeño" detalle: el había aceptado la petición de un gremio llamado Flower Jail, pero nunca había preguntado a donde debían ir. Quizás el haber escuchado "huevo de dragón" le había hecho olvidarse de todo lo demás.

- Lyra Nailet. Disculpa por la tardanza.

No sabía si había escuchado bien. ¿Nailet?. ¿Una Nailet en Velessa?. Era sabido que los Nailet procedían de Freylea, y que durante toda su historia habían permanecido dentro de un gremiucho llamado Crow. ¿Qué hacía tan lejos de casa?.

- No me trates de usted, debemos ser casi de la misma edad.

Lyra miró el huevo de dragón por unos instantes y luego hacia los lados. Por último, miró a Robert.

- Se que tu no eres como pintan a los de tu familia, gente de mi confianza me ha dicho que cuando se trata de dragones eres un sol, así que supongo que no tendremos problemas. De todas formas, si hay problemas confió en que podamos solucionarlos.

Le sonrió, a medias, con notoria preocupación en el rostro, seguramente por el hecho de no saber lo que le esperaba. Robert notó que la muchacha temblaba, pero no podía identificar si era por el frío o por otro motivo.

- Tuve que retrasarme porque mis jefes no estaban seguros de ti. Decían que no eras de fiar y cosas por el estilo. Terminé por dejarlos hablando solos, supongo que sabrán entender. En cuanto a nuestro destino ni yo lo se. Debemos averiguar de quien es este huevo y no se me ocurre otro lugar por el cual empezar que la tierra de Avefort, el cansino. Por ende, empezaremos por Cohal, el reino élfico.

- Viví por más de veinte años en Cohal. Supongo que me darán una buena bienvenida, ¿Verdad?.

Lyra sonreía, contenta de solo pensar en volver a Cohal. En el pasado se había visto obligada a abandonar aquellas tierras debido a su fuerte deseo de conocer su reino de origen. A pesar de que se sentía muy a gusto en Nártidan siempre había manifestado sus ganas de volver al reino élfico.


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Dos días habían pasado desde su partida de Velessa. Ahora acampaban en una cueva en los alrededores de Arclorum. Por decisión de Lyra se mantenían alejados de los pueblos grandes, y si se adentraban en alguno de ellos nunca lo hacían los dos juntos: uno se quedaba protegiendo el huevo mientras el otro buscaba provisiones.

Robert se vió sorprendido cuando aquella noche, justo después de decidir que era hora de dormir, se encontró con que Lyra estaba llorando. La voz quebrada de la muchacha era capaz de destrozarle el corazón a cualquiera.

- ¿Recuerdas aquella pregunta que me hiciste antes de irnos de Velessa?. Hay demasiadas cosas que aún me gustaría hacer aquí... no quiero irme, no quiero alejarme. Estoy tan confundida... dejando cosas atrás que no debería. Tengo una hija, ¿Sabes?. Una hija que nunca volveré a ver, porque una vez que crucemos la frontera no regresaré. Ella nunca sabrá sobre mi, nunca sabrá quien es su madre. ¿Por qué le estoy haciendo esto?. Quiero que ella sea feliz, pero yo no pertenezco a este lugar... no soy una Nailet, no lo merezco. Se que ella será criada como una más y que no le faltará nada, pero no debía ser así... no debía ser así.

Después de pronunciar su última oración Lyra quedo en silencio, en forma de bolita. El hecho de alejarse de su hija le destrozaba el alma, pero ya era demasiado tarde para echarse hacia atrás.